viernes, 15 de marzo de 2013

Sentiros vivos.


Bob Dylan referente cultural años 60
Hablemos de verdades absolutas, de verdades a medias, de verdades a secas. Hablemos de hombres, de mujeres y del mundo que construyen. Hablemos de la realidad, la percibida, la auténtica y la configurada. Hablemos de ética y moral, de la de los poderosos, de la de la plebe, y la propia. Hablemos de igualdades desiguales, o de sistemas opresores. Hablemos del nuestro. O del suyo. Hablemos con miedo, con valentía, con ira, con rabia, con amor. Pero hablemos.

Sintamos nuestros propios sentimientos, los del otro, y los del que no siente. Sintamos la indignación del revolucionario, el acomodamiento del rico, y la tristeza del solitario. Sintamos la vida, sintamos la muerte, la propia y la ajena. Sintamos con la razón, o el corazón, con la lucidez del loco, o con la locura del sensato. Sintamos lo que decimos y lo que callamos. Sintamos

Pensemos, antes de actuar o después. Pensemos en el ayer, en el hoy y en el mañana. Pensemos con la barriga, con la vista, o con la cabeza. Pensemos en el pobre, y en su colchón de cartón, o en el rico y su mansión de avaricia. Pensemos más que el listo que nos roba y menos que el tonto al que robamos. Pensemos en nuestras palabras, y en nuestros sentimientos. Pensemos lo que sentimos y digamos lo que pensemos. Pensemos en la liberación no en la subordinación. Pensemos en la revolución de nuestras mentes, no en el acomodamiento de nuestras ideas.

Imaginemos ser el pobre, no nos pudramos como el rico. Imaginemos ser el borracho, heroinómano o deportista. Imaginemos ser el que mata o el matado. Imaginemos ser  el niño del balón, el adulto del maletín, el joven de la perversión, o el abuelo y su bastón. Imaginemos otros mundos. Imaginemos la paz, sintamos la guerra, pensemos en nuevos mundos, hablemos del cambio.

En definitiva, pensemos en el mundo del futuro, sintamos la pobreza, el hambre y la desigualdad, hablemos para concienciar, imaginemos cuales son las opciones que más nos gustan.  Y dejemos de no vivir para sentirnos vivos, para comprender la felicidad y la tristeza, la locura y la sensatez. Ampliemos nuestras fronteras. Callemos para reflexionar, las palabras son baratas porque las soltamos sin más, han perdido su valor, se deben revalorizar, que no caigan en la nada, el silencio puede aportar, lo que las palabras estúpidas no supieron callar.

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